Por trece razones by Jay Asher

Por trece razones by Jay Asher

autor:Jay Asher [Asher, Jay]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Drama, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2007-01-20T05:00:00+00:00


El corazón me late muy deprisa y no puedo quedarme de pie quieto. Cruzo el suelo de mármol en dirección a la taquilla. Un pequeño cartel cuelga de una cadenita y una minúscula ventosa. Cerrado.

¡Hasta mañana! Desde aquí fuera no parece tan estrecho. Pero desde dentro, te sientes como en una pecera.

Mi única interacción ocurría cuando la gente deslizaba su dinero hacia mi lado del cristal y yo les devolvía sus entradas. O cuando algún compañero entraba por la puerta trasera.

Aparte de eso, si no estaba vendiendo entradas, estaba leyendo. O mirando hacia el exterior de la pecera, hacia la entrada, mirando a Hannah. Y algunas noches eran peores que otras. Algunas noches miraba para asegurarme de que le ponía toda la mantequilla a las palomitas. Ahora eso parece absurdo, obsesivo, pero era lo que hacía.

Como la noche que vino Bryce Walker. Apareció con su novia de turno y quiso que le cobrase a ella la tarifa para menores de doce años.

—Igualmente no verá la peli —dijo—. Ya sabes qué quiero decir, Clay. —Y se echó a reír.

Yo no la conocía. Debía de ser una chica de otro instituto. Pero una cosa estaba clara, no pareció pensar que aquello había tenido gracia. Puso el bolso sobre el mostrador.

—Entonces me pagaré yo mi entrada.

Bryce le apartó el bolso y pagó la cantidad completa.

—Relájate —le dijo—. Era una broma.

Más o menos a mitad de la película, mientras yo estaba vendiendo entradas para el siguiente pase, la chica salió del cine agarrándose la muñeca. Quizá lloraba. Y Bryce no apareció por ningún lado.

Seguí mirando hacia la entrada, esperando verle salir. Pero no lo hizo. Se quedó allí para acabar de ver la película por la que había pagado.

Pero cuando se acabó la película, se inclinó sobre la barra de las chucherías, hablándole al oído a Hannah mientras la gente se marchaba. Y se quedó allí mientras entraba más gente. Hannah rellenó vasos de bebida, repartió caramelos, devolvió cambio y se rio con Bruce. Se reía de todo lo que él decía.

Me pasé todo el tiempo queriendo colgar el cartel de cerrado. Quería irrumpir en la entrada y decirle que se largase. Que la película se había acabado y que ya no pintaba nada allí.

Pero eso era trabajo de Hannah. Debería haberle dicho que se fuese. No, debería haber querido que se fuese.

Después de vender la última entrada y darle la vuelta al cartel, salí por la puerta de la taquilla, la cerré detrás de mí y me dirigí a la entrada. Para ayudar a Hannah a limpiar. Para preguntarle por Bryce.

—¿Por qué crees que la chica ha salido corriendo así? —pregunté.

Hannah dejó de limpiar la barra y me miró directamente a los ojos.

—Sé quién es, Clay. Sé cómo es. Créeme.

—Lo sé —dije. Bajé la vista y toqué una mancha de la moqueta con la punta del zapato—. Pero me preguntaba ¿por qué, entonces, seguías hablando con él?

No respondió. No de inmediato.

Pero no fui capaz de levantar la vista para mirarla. No quería ver una mirada de decepción o frustración en sus ojos.



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